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Estacionar
el auto, colgarse su mochila al hombro, poner el seguro al auto, caminar con
pasos pesados demostrando tus pocas ganas de estar en ese lugar, mantener la
puerta abierta para que una embarazada, una madre con niños o una anciana
pasaran y no te catalogaran como mal educado, acercarte a recepción, dar tus
datos, esperar que te informen el sector donde se encontraba tu médico, hacerle
alguna broma a la enfermera que se encontraba.
Esa era
la rutina que hacías todos los días y si había algo en vos, Lean, Lean para los
amigos, era que odiabas las rutinas de tus días y por desgracia desde los diez
años que estas obligado a cumplirla, con quince intentaste cambiarla pero con
tus diecinueve actuales descubriste que era imposible hacerlo y no te quedo de
otra que aceptarlo.
Para las
diez en punto te encontrabas atravesando el pabellón, nombre que vos mismo le
habías puesto a todos los sectores porque eran iguales, blancos, fríos y con
historias que nadie quisiera vivirlas.
Ibas
saludando a cada persona que te encontrabas por el camina, (léase: desde los
médicos hasta niños internados en aquel lugar te conocían), desde que empezaste
con tu enfermedad habías decidido comprarte a todo el hospital y lo habías
logrado, todos te tenían un cariño más que especial.
-Así que
ya sabes, si no haces lo que tu mami te pide-miraste para cada lado
asegurándote que nadie te escuchara, te acercaste al pequeño para hablarle en
susurros-Yo no volveré a traerte chocolate y las enfermeras se encargaran de
darte toda esas golosinas sin azúcar que tanto odias.
El nene
abrió sus dos ojos celestes lo más que pudo y levanto su mano derecha en forma
de juramento, lo que te causo gracia y a la vez demasiada ternura.
-Pometo
poltalme bem-te respondió con su vocecita y vos instantáneamente te mordiste tu
labio inferior, los nenes te podían y mucho.
-Así me
gusta campeón-le diste una palmadita en su pequeña espalda-Nos vemos después…
¡Mas te vale que cumplas! ¿Eh?-el pequeño sacudió su cabecita en forma
positiva.
Luego de
despeinarle un poco de su cabello volviste a retomar tu camino hasta ver a tu
doctor, el cual se encontraba tratando a un paciente, decidiste esperar a que
terminara y en cinco minutos ya estabas detrás de él, carraspeaste un poco para
que notara tu presencia.
-¡Lean!-exclamo
al verte-¿Cómo estas campeón?-te pregunto luego de que dejara la ficha del
paciente, al cual estaba revisando, sobre la cama
-Mejor
que nunca-le respondiste mientras le hacías compañía en la caminata por todo el
pabellón-¿Comenzamos con el chequeo?-si de ansiosos se trataba, vos ganabas el
primer puesto.
El doctor
Fernández hizo que se detuvieran frente a la enfermería, miro un instante hacia
dentro de esas cuatro paredes y le hizo una seña a la persona que se encontraba
dentro, segundos después te volvió a mirar.
-Ve para
tu cubículo, prepárate y yo en cinco estoy con vos.
Vos solamente asentiste ante lo que te habían
indicado y volviste a tomar el camino que te dirigía al mismo, donde
continuaste saludando a médicos, jugando con niños y porque no tonteando con
alguna chica.
Te
encontrabas a dos metros de tu cubículo cuando viste que algo te llamo la atención
o mejor dicho alguien te llamo la atención.
Se
trataba de una chica, que no superaría el metro cincuenta, no tendría más de
diecisiete o dieciocho años, por lo que podías ver tenía un cuerpo de muerte y
un pelo de color negro con las puntas desgastadas que provocaba tus deseos de
enredar tus manos en ellos, su pelo fue algo que te llamo mucho la atención, no
porque lo tuviera perfectamente cuidado sino que en ese pabellón nadie tenía
cabellos, solo los médicos, vos por pocos días y ahora ella.
Frunciste
tus cejas, ante la bobada que habías pensado y decidiste hacerle caso a tu
impulso, sigilosamente te fuiste acercando, no pudiste evitar reír al ver su
cara de frustración al no poder colocarse esas batas horrendas que debían
utilizar y una sonrisa picara se te formo al leer que decía la parte trasera de
su culotte que se encontraba al descubierto “Femme Fatale”
No
pudiste con la tentación que finalmente te acercaste por completo en el momento
que ella se había resignado.
Tomaste
las finas tiritas que colgaban y le armaste un simple moño que se encargo de
tapar aquel provocador culotte, que por una extraña razón no te gustaría que
nadie viera.
-Fin del
problema-le susurraste al oído, lo que en ella provoco un susto.
Lentamente
giro hasta que ambos quedaran cara a cara y la reacción de ella fue caminar
pasos atrás lo que provoco que se chocara con la cama, cayendo sentada y como
consecuencia todo eso logro que se te escapara una carcajada.
-Tranquila
morocha-te sentaste a su lado-No soy un fantasma, no soy un violador ni nada
que te haga daño-pero por la mirada que ella traía pareciera que fueras todo
eso y más.
-¿Y…Y…Y
vos quien sos?-te pregunto intentando entender lo que sucedía en aquel pequeño
cubículo.
Te
levantaste de la cama para quedar enfrentados, tomaste una de sus manos y sus
ojos se conectaron profundamente al sentir como una corriente eléctrica lesa
corría por las venas al rozarse.
-Mucho
gusto bella dama-le regalaste una sonrisa comprada, como la llamaba tu mejor
amiga-Me llamo Lean, pero todos me dicen Lean.
Ella
estaba a punto de hablar cuando tu médico te vio y te llevo a arrastres a tu
cubículo.
Paciente:
Leandro Pulliese
Edad: 19
Enfermedad:
Leucemia
Tratamiento:
Chequeo tras tres etapas de rayos X
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