sábado, 3 de septiembre de 2011

La fuerza del destino


2

Estacionar el auto, colgarse su mochila al hombro, poner el seguro al auto, caminar con pasos pesados demostrando tus pocas ganas de estar en ese lugar, mantener la puerta abierta para que una embarazada, una madre con niños o una anciana pasaran y no te catalogaran como mal educado, acercarte a recepción, dar tus datos, esperar que te informen el sector donde se encontraba tu médico, hacerle alguna broma a la enfermera que se encontraba.

Esa era la rutina que hacías todos los días y si había algo en vos, Lean, Lean para los amigos, era que odiabas las rutinas de tus días y por desgracia desde los diez años que estas obligado a cumplirla, con quince intentaste cambiarla pero con tus diecinueve actuales descubriste que era imposible hacerlo y no te quedo de otra que aceptarlo.

Para las diez en punto te encontrabas atravesando el pabellón, nombre que vos mismo le habías puesto a todos los sectores porque eran iguales, blancos, fríos y con historias que nadie quisiera vivirlas.

Ibas saludando a cada persona que te encontrabas por el camina, (léase: desde los médicos hasta niños internados en aquel lugar te conocían), desde que empezaste con tu enfermedad habías decidido comprarte a todo el hospital y lo habías logrado, todos te tenían un cariño más que especial.

-Así que ya sabes, si no haces lo que tu mami te pide-miraste para cada lado asegurándote que nadie te escuchara, te acercaste al pequeño para hablarle en susurros-Yo no volveré a traerte chocolate y las enfermeras se encargaran de darte toda esas golosinas sin azúcar que tanto odias.

El nene abrió sus dos ojos celestes lo más que pudo y levanto su mano derecha en forma de juramento, lo que te causo gracia y a la vez demasiada ternura.

-Pometo poltalme bem-te respondió con su vocecita y vos instantáneamente te mordiste tu labio inferior, los nenes te podían y mucho.

-Así me gusta campeón-le diste una palmadita en su pequeña espalda-Nos vemos después… ¡Mas te vale que cumplas! ¿Eh?-el pequeño sacudió su cabecita en forma positiva.

Luego de despeinarle un poco de su cabello volviste a retomar tu camino hasta ver a tu doctor, el cual se encontraba tratando a un paciente, decidiste esperar a que terminara y en cinco minutos ya estabas detrás de él, carraspeaste un poco para que notara tu presencia.

-¡Lean!-exclamo al verte-¿Cómo estas campeón?-te pregunto luego de que dejara la ficha del paciente, al cual estaba revisando, sobre la cama

-Mejor que nunca-le respondiste mientras le hacías compañía en la caminata por todo el pabellón-¿Comenzamos con el chequeo?-si de ansiosos se trataba, vos ganabas el primer puesto.

El doctor Fernández hizo que se detuvieran frente a la enfermería, miro un instante hacia dentro de esas cuatro paredes y le hizo una seña a la persona que se encontraba dentro, segundos después te volvió a mirar.

-Ve para tu cubículo, prepárate y yo en cinco estoy con vos.

 Vos solamente asentiste ante lo que te habían indicado y volviste a tomar el camino que te dirigía al mismo, donde continuaste saludando a médicos, jugando con niños y porque no tonteando con alguna chica.

Te encontrabas a dos metros de tu cubículo cuando viste que algo te llamo la atención o mejor dicho alguien te llamo la atención.

Se trataba de una chica, que no superaría el metro cincuenta, no tendría más de diecisiete o dieciocho años, por lo que podías ver tenía un cuerpo de muerte y un pelo de color negro con las puntas desgastadas que provocaba tus deseos de enredar tus manos en ellos, su pelo fue algo que te llamo mucho la atención, no porque lo tuviera perfectamente cuidado sino que en ese pabellón nadie tenía cabellos, solo los médicos, vos por pocos días y ahora ella.

Frunciste tus cejas, ante la bobada que habías pensado y decidiste hacerle caso a tu impulso, sigilosamente te fuiste acercando, no pudiste evitar reír al ver su cara de frustración al no poder colocarse esas batas horrendas que debían utilizar y una sonrisa picara se te formo al leer que decía la parte trasera de su culotte que se encontraba al descubierto “Femme Fatale”

No pudiste con la tentación que finalmente te acercaste por completo en el momento que ella se había resignado.

Tomaste las finas tiritas que colgaban y le armaste un simple moño que se encargo de tapar aquel provocador culotte, que por una extraña razón no te gustaría que nadie viera.

-Fin del problema-le susurraste al oído, lo que en ella provoco un susto.

Lentamente giro hasta que ambos quedaran cara a cara y la reacción de ella fue caminar pasos atrás lo que provoco que se chocara con la cama, cayendo sentada y como consecuencia todo eso logro que se te escapara una carcajada.

-Tranquila morocha-te sentaste a su lado-No soy un fantasma, no soy un violador ni nada que te haga daño-pero por la mirada que ella traía pareciera que fueras todo eso y más.

-¿Y…Y…Y vos quien sos?-te pregunto intentando entender lo que sucedía en aquel pequeño cubículo.

Te levantaste de la cama para quedar enfrentados, tomaste una de sus manos y sus ojos se conectaron profundamente al sentir como una corriente eléctrica lesa corría por las venas al rozarse.

-Mucho gusto bella dama-le regalaste una sonrisa comprada, como la llamaba tu mejor amiga-Me llamo Lean, pero todos me dicen Lean.

Ella estaba a punto de hablar cuando tu médico te vio y te llevo a arrastres a tu cubículo.

Paciente: Leandro Pulliese
Edad: 19
Enfermedad: Leucemia
Tratamiento: Chequeo tras tres etapas de rayos X

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