sábado, 3 de septiembre de 2011

La fuerza del destino


8

-Mm…Pitt espera-te dijo entre besos-Es…Es…Espera-luego de insistirte unas cuantas veces, te separaste de ella, hiciste un estilo puchero con tus labios provocando la risa de ella.

Hacía más de una hora que se encontraban en la casa de Ely, habían llegado a los besos y por ellos terminaron recostadas en el sofá, vos encima de ella.

Pasaron un rato largo dándose besos pero en el momento en que comenzaste a darle atención a su cuello y tus manos recorrían su espalada dorsal fue  cuando sentiste como ella se tensionaba.

Te arrodillaste sobre el sillón y esperaste que ella se acomodara para poder hablar.

-Perdóname si te incomode-le dijiste mientras te rascabas la cabeza por el nerviosismo.

Ella tenía la mirada gacha y eso a vos te ponía nervioso porque lo último que querías era arruinar esa hermosa noche, sentiste como suspiro y tus nervios se te incrementaron.

-Perdón-volviste  a decirle, en ese momento viste como la morocha, si a pesar de todo siempre será tu morocha, elevaba su rostro y te regalaba la sonrisa más pura.

-No tenes porque pedirme perdón-la miraste desconcertado-Yo también quiero que pase pero estoy nerviosa.

La miraste y no te aguantaste la ternura que te dio verla tan vergonzosa que no tardaste en tomarla del rostro para besarla hasta la saciedad, Ely se paro y dulcemente te tomo de la mano para guiarte hacia su habitación donde fue ella la que te beso sin ganas de separarse de su boca.

Poco a poco fueron despojándose de la ropa hasta quedar en ropa interior y en instante estaban recostados sobre el reconfortable colchón, tus besos húmedos iban dejando su rastro por todos lados, comenzaste en su rostro y terminaste por sus piernas.

Te dedicaste únicamente a darle placer a ella, sabías que era su primera vez y le ibas a entregar todo, no solamente placer sino tu alma y corazón. Aunque tu corazón ya lo llevaba colgado alrededor de su cuello, aquel que besaste y acariciaste sin cansarte.

La única luz que los alumbraba era la de la Luna que se colaba sin permiso entre las finas cortinas, el único sonido que escuchabas eran los finos gemidos que se le escapaban a Ely, para vos era la mejor música que podía musicalizar aquel momento.

-¿Estás segura?-le preguntaste cuando la situación se encontraba en el punto exacto.

Eliana te sonrió y enrollando sus brazos en tu cuello tironeo de vos para chocar una vez más sus bocas dejándote en claro que terminaras con lo que habías comenzado.

Recorriste una vez mas su cuello con tus labios (siempre le recordabas que la curva de su cuello te volvía loco), sonreíste al sentir que ella te arañaba la espalda porque le alargabas el momento (ella siempre te recordaba que era impaciente y que odiaba que dieras mil vueltas para todo).

-Ey La-ella te miro a los ojos al escuchar como le hablabas en un fino susurro-Mírame a los ojos, quiero ver tu rostro todo el tiempo, quiero ver como tus ojos se oscurecen por la pasión-tus manos acariciaron lentamente aquellos pares de ojos-Quiero ver como tu boca larga gemido tras gemido por el placer-rozaste levemente sus labios con los tuyos-Quiero ver como tu rostro cambia las facciones por los distintos sentimientos que te produzco-le acariciaste las mejillas como si se fueran a romper.

Eliana no te respondía, solamente se dedico a clavar sus ojos en los tuyos y entendiste que no debías alargar más el momento, solo fueron segundos (que para ella fueron minutos eternos) cuando vos ingresaste lentamente en su interior haciéndose uno mismo.

Los movimientos primero eran despacios, con mucha delicadeza por miedo a lastimarla, una vez que una simple caricia en tus hombros y una sonrisa en su rostro te confirmaran que cualquier indicio de dolor desapareció, comenzaste a tomar valor para hacer movimientos mas fuertes dejando que la pasión los embargara.

-Te amo Lean-escuchaste antes de que cerrara sus ojos y se dejara vencer por el cansancio.

-Te amo Elu-le respondiste mientras la abrazabas por la espalda y te unías a ella en ese mismo sueño.

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