Capitulo uno.
Elevaste tu mirada hacia lo que dejabas atrás, "Fisherton", era el nombre del barrio privado donde me radicaba, a lo largo de la cuadra había casas enormes con patios cuidadosamente decorados con dueños extremadamente fríos, a los cuales lo único que les importaba era mantener su estatus social, solteros empedernidos y solteras capases de hacer cualquier cosa con tener plata dentro de sus escotes.
Y viendo una vez más lo que estaba a punto de dejar, me volviste a convencer que no extrañaría a nada ni a nadie.
Me colocaste las gafas y así bloquear el brillo del Sol sobre mi mirada, desconecte la alarma del auto deportivo y me subí en el para partir hacía mi destino.
-Aquí vamos Peter…-dije luego de haber encendido el estéreo y haber marcado el contorno de las llantas en el asfalto para perderme en la carretera.
Durante un par de horas ella sería mi única amiga, la carretera llena de asfalto y tierra, con el sol resplandeciente y la música a todo volumen volvía a mi antigua vida, mejor dicho a mi verdadera vida.
Atrás quedaba un invierno de vida fácil y monótona y por delante de la carretera ochenta y seis, me esperaba un verano bastante agitado y nada monótono.
-A eso ponle la firma Lanzani… una verdadera causa por la cual sonreír y sentirme vivo de nuevo.
-.♥.-
-¡Mamá llegamos!-anuncie mientras ingresaba a la cocina que pertenecía a la casa de mis padres.
-Hola hija, ¿Cómo fue el día?
-Normal, hoy tuve la última clase de Derecho Penal por fin y con eso finalice las clases en la universidad y luego pase a buscar al diablillo de tu nieto Manuel…
-¡Que bueno que hallas acabado con la universidad!-expreso mi madre mientras depositaba sobre la mesa dos tasas de café para que tomáramos.
Rápidamente tome la tasa, que en el centro tenía inscripto el nombre de Lali como me llamaban desde pequeña, entre mis manos para dirigirla a mis labios y así poder ingerir una dosis de cafeína que tanto necesitaba.
-No te imaginas cuanto necesitaba tomar un poco de café…-comente luego de sentir el líquido calientes recorrer mi garganta.
Lucrecia, mi madre, solo río y al segundo comenzó a contarme las últimas noticias del pueblo, con una sonrisa en mi rostro escuchaba atentamente el primer cotilleo: la hija de la vecina había sido vista a losa besuqueos con el hijo del ferretero del pueblo.
Arroyo Seco no era un pueblo demasiado grande que digamos, aproximadamente viviríamos trecientos habitantes escasamente ya que no tenía los medios necesarios para progresar como uno siempre soñó, pocos son los jóvenes que decidieron estudiar alguna carrera dictada por la universidad pública, entre ellos me encontraba yo, Mariana Esposito, muchos otros son parejitas que se vieron obligadas a quedarse en el pueblo por los descuidos que sufrían en medio de la alocada adolescencia y de esa forma cambiado todos sus planes, luego se encuentran las familias que prefieren siempre la tranquilidad y seguridad que te brinda un pueblo para vivir y por último están las personas mayores que vivieron toda su vida en ese lugar, y que por tantos recuerdos que son acompañados por valores sentimentales no se irían de esas tierras por ningún motivo.
Mientras charlaba animadamente con Lucre, como llamaba cariñosamente a mi madre de todos aquellos cotilleos, la puerta del patio trasero que justamente daba a la cocina se abría para darle paso a un hombre de unos cuarenta y cinco años, alto y casi pelado, él cual era mi padre Rogelio Esposito junto a mi sobrino mayor Mariano Espinoza y detrás de ellos los seguía quien era mi hermana del alma, mi mejor amiga Candela Vetrano.
-¿Cómo están las mujeres mas hermosas del planeta?-pregunto luego de darle un calido beso a la mujer que hacía mas de veinticinco años lo recibía con una sonrisa en el rostro.
Amo ver a mis padres juntos, luego de estar veinticinco años de casados y con tres hijos mayores, de la cuál yo soy la mas pequeña, siento una paz enorme al ver como se siguen amando como el primer día y en lo mas profundo de mi alma sueño tener una vida así.
-Bien Pa, acá tu mujer contándome las últimas noticias.
-Hay Doña Lucre nunca va a cambiar…-le dijo en son de broma Cande, como es conocida en el pueblo.
Ella es la única persona, exceptuando mis padres, que me conoce a la perfección. Ser amigas de pequeñas lo dice todo, Candela fue la primera nena que se me acerco el primer día de guardería cuando yo me encontraba echa un ovillo en esquina llorando porque extrañaba a mi mamá y desde ese momento nunca más nos separaron. La primaria fue testigo de todas las travesuras vividas, Candela fue mí cómplice el día que había querido esconderle todos los útiles a los varones de nuestro curso. Yo le hice compañía toda una mañana en la dirección el día que a Candela la acusaron de golpear a una nena porque simplemente esa chica había insultado a su mejor amiga, ósea a mí.
Luego llego la secundaria y ahí fue Candela la que me hizo compañía media mañana en la puerta de la dirección el primer día de clases, porque yo defensora de mis pensamientos, había discutido con un profesor sobre política, no me importo mojarme todo un día de lluvia cuando la flaquita me pidió que le haga la segunda acompañándola a ver a un chico que resulto ser su primer amor, tampoco me importo quedarme hasta tarde consolándola cuando ese primer amor se acabo.
A Candela no le importo el día que la llame a primer hora del día contándole que mi primer período me había llegado y que ahora juntas íbamos a sufrir los dolores menstruales, la cosa no fue distinta cuando Cande apareció en medio de la madrugada en mí habitación entre lágrimas con la primicia de que había tenido su primera vez. Y todos esos años de secundaria estaban impresos con miles de recuerdos, como es el último día de clase cuando en medio de tanta felicidad y festejo yo le contaba a mi flaquita, a mi hermana del alma que me había hecho mujer con mi primer novio y horas después me encontraba entre los brazos de mi hermana del alma, mi mejor amiga llorando porque mi primer novio me había abandonado. Así era nuestra amistad, transparente, real y puramente sentimental.
-Hem, Petisita-dijo para tener mi atención y es que es la única que puede llamarme por ese apodo, Petisa, sabiendo lo que significa para mí-Vamos a tu habitación, tengo que hablar algo con vos ¿Si?
Yo solamente asentí a la vez que tomaba el último sorbo de café y bajaba al pequeño de mi sobrino de mi regazo, camine hasta acercarse a ella y poder preguntarle…
-¿Sucede algo?-al ver el comportamiento raro de mi amiga, ella no me respondió solo me tomo del brazo subiendo de dos en dos los escalones.
-Suceder algo no sucede-me dijo confundiéndome mas-Solo que es algo que capas no quieras presenciar
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