sábado, 3 de septiembre de 2011

Fuiste mia un verano

Capitulo once.


Una barra, dos vasos que contienen un líquido rojo y nosotros dos, Peter y Camila, hablando de la vida misma, entre charla y charla me entere que esta estudiando Comercio Exterior en una universidad del barrio privado San Martín al cual hace exactamente dos meses se mudo definitivamente, lleva la carrera al día porque le apasiona lo que estudia y vive de fiesta todos los fines de semana junto a sus amigos escapándole al compromiso por el momento, “o por lo menos hasta que acabe la carrera” para lo cual le quedaba dos años por delante.

-¡Bailemos!-me dijo levantándose del taburete donde estaba sentada y quitándome de la mano mi vaso-¡Dale Pipu no seas amargo!-tiro de mis manos a pesar de mis negativas pero al fin de cuentas logro lo que quería.

Mis caderas chocaban con las de ella, mis piernas se entrometían entre las de ella, mis brazos paseaban de arriba hacia abajo por su espalda y las manos de ella jugueteaban con mi cuello hasta llegar a mi pelo y nuestras caras mantenían la sonrisa intacta, con Camila todo se basaba en una seducción rara que siempre me llamaría la atención.

-¡Hay seguro que ni me reconocen!

Luego de un rato de estar bailando le pedí que me acompañara hasta mi mesa y así los chicos la saludaban, nos encontrábamos con las manos entrelazadas y caminando por la pista intentando llegar a destino.

-¡Les va a costar pero te van a reconocer!-le grite debido al volumen de la música-¡Pero la verdad ni yo se como te reconocí!-le hable sin quitar la mirada del camino.

-No es para tanto…-me dijo cuando me pare de golpe a unos metros de donde estaban mis amigos-¿Pipu estas bien?-me pregunto al sentir la presión que ejercía mi mano sobre la de ella.

Y en realidad no estaba bien, mis ojos verdes se cruzaron con algo que me dolía mas que Alumni perdiera un partido y era ver a Mariana en los brazos de otros, así como lo leen Benjamin se encontraba besando y tomando de la cintura a la mujer que un día fue mía.

Minutos después Camila volvió a llamarme porque ya la fuerza que estaba haciendo le estaba provocando una marca roja en su mano, la solté al instante sin quitarle la mirada a la morocha que estaba a unos metros mío mirándome sin comprender nada, lentamente me acerque con Camila detrás de mi y pude notar que sus ojos marrones estaban brillantes por las lagrimas como los míos.
-.♥.-


En el preciso momento en que Benjamin se separa de mi y camina hasta perderse entre la gente no pensé en ver a Juan Pedro tomado de la mano con una mina, menos que esa mina sea Camila Hernández la primera novia de él y la que hacia que mis celos provocaran una crisis de inestabilidad sobre mí.

Cerré mis manos en forma de puño y mis ojos no tardaron en lagrimear, comencé a pestañar sucesivas veces para que no notara aquellas gotas pero sabia que era inútil porque desgraciadamente soy demasiado transparente y a eso sumémosles que ese hombre me conoce mas que mi madre.

-¡Candela!

-¡Acá estoy amiga! ¡¿Qué necesitas?!-me gritaba desde los sillones porque era retenida por su novio.-¡Soltame Agustín!-decía frustrada, me gire unos instantes y les regale una mirada de súplica-¿Qué necesitas?-me pregunto dulcemente a la vez que quitaba las manos del rubio quien ya no hacia presión alguna.

-Por favor vámonos de acá…-no tardo ni un segundo en colgarse nuestras cosas sobre su espalda, pedir a los gritos perdón por llevarse puesta las piernas de todos y tomarme de la mano para sacarme de ese lugar…-Disfruten de lo que queda de la noche…-no pude evitar tirarle un bocado en el momento que mi hombro chocaba con el suyo.

Habíamos caminado unas cuatro cuadras cuando me solté de Candela y me quede estática en mitad de la vereda, la flaca llevaba unos pasos adelante cuando sintió su mano vacía giro y me encontró llorando desgarradamente.

-¡Hay Marian!-grito corriendo hasta llegar-No puedo verte así, no se merece que lo llores una vez mas…

Mi cabeza estaba escondida en el cuello de mi amiga, quien me acunaba sin cesar susurrándome que yo era mejor persona que él, que no podía permitirme caer una vez mas y todas esas palabras que tu mejor amiga te puede decir, a pesar de todo seguía llorando entre sus brazos y de esa forma nos fuimos caminando buscando un lugar para charlar.

-.♥.-


¿Disfrutar? ¡Que quería que disfrutara si la imagen de ella besándose con el otro no se iba de mi mente! Y en el instante que mis ojos la perdieron de vista, porque si inútilmente la perseguí con la mirada, ya nada me importo le pedí perdón a Camila y ella entendiendo todo se retiro con un beso en la mejilla.

Escasos minutos de su partida, Agustín me empujo para que empezara a caminar hacia la salida estaba claro que la noche había finalizado.

-¡Que idiota que fui! ¡Un completo idiota!-me decía a la vez que me pegaba en la frente reiteradas veces, estaba sentado en el cordón de una vereda esperando al cacheton que saliera del kiosco al que se había metido.

-¡Como me pude crear esperanzas de que ella quisiera estar de nuevo conmigo!

-Te las creaste porque es o mejor dicho fue así-y Agustín se sentó a mi lado ofreciéndome un cigarro, no éramos fumadores compulsivos pero en momentos de crisis recurríamos a el-La petisa se muere por estar de nuevo entre tus brazos.

Le di una pitada al cigarro mirando al horizonte-No pareció en el momento que se besaba con ese…-y mi voz ya era áspera y sería, los celos estaban haciendo un efecto distinto.

-No hables sin saber como estás las cosas-y ahora él le daba una pitada al cigarrillo-Vos desde que llegaste supiste que tenías competencia…-largo el humo formando circulitos y me miro severamente-Hermano no tiras la toalla a la primera de cambio…

Y una palmada en el hombro era señal de que no todo estaba perdido, el cigarrillo volvió a estar entre mis labios para aspirar un poco de la porquería que contenía adentro, el silenció nos había invadido y era la mejor compañía en ese instante, Agustín había dicho lo correcto ese era su don, hablar y decir lo justo en el momento indicado.

-Vamos para tu casa…-me dijo minutos después, eran las seis de la mañana y el sol comenzaba a asomarse por el lado este, las calles ya casi se quedaban vacías por completo y a lo lejos solamente se podía ver dos figuras masculinas, la mía y la de mi mejor amigo quienes arrastrábamos los pies con una mano dentro del bolsillo y la otra con el cigarrillo, esa si que era mi terapia.

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