sábado, 3 de septiembre de 2011

La fuerza del destino


 9

Dos días después todo se volvió amargura en tu vida, no tenías ganas de nada, ibas al hospital porque te obligaban sino te quedarías echada en tu cama, aquella que fue testigo de la entrega por completo de su amor.

-Hija… ¿Me vas a contar lo que te pasa?-escuchaste que tu madre formulaba con suma paciencia a la pregunta, vos simplemente te hiciste un ovillo (tenía ventaja ser pequeña de cuerpo) y cerraste los ojos-¿Fue Lean? ¿Qué te hizo?-al escuchar su nombre no pudiste evitar que las lagrimas salieran de tus ojos.

Tu madre al ver como tu cuerpo se convulsionaba por el llanto se preocupo (mas de lo que estaba) y con torpeza se acostó a tu lado abrazándote, vos escondiste mas tu rostro y ella solo se dedico a decirte palabras de cariño.

Vos simplemente llorabas, llorabas al recordar todo lo vivido junto a él, llorabas al recordar el primer beso, aquel que te robo una tarde en la sala de esperas de ese mismo hospital, llorabas al recordar las noches de películas donde siempre con un puchero lograbas que él aceptara ver alguna comedia romántica que tanto te gustaba, lloraste al recordar las tardes en el hospital cuando con miedo a encontrarte con algo inesperado ingresabas a su habitación y él te recibía con algo que lograba que rieras a mares (todavía lloras de la risa al recordar aquella tarde en que te lo encontraste disfrazado de payaso en medio del hospital y lo besaste hasta la saciedad al saber que una vez por mes iba a visitar a los nenes mas chiquitos y le daba una pequeña alegría), llorabas al recordar el baile y como se habían entregado sus corazones, tus manos apretaron aquel corazón que descansaba alrededor de tu cuello, llorabas al recordar que esa misma noche te entregaste por completo a él convirtiéndote completamente en su mujer, lloraste al recordar “mañana te llamo” y esa llamada nunca llego.

-Ya mi niña…Ya todo pasó…

Pero para vos nada había pasado,  todavía podías sentir sus caricias por tu cuerpo, todavía podías recordar aquella ducha tan divertida que habían compartido, todavía podías recordar el ataque de celos que le había agarrado al verte con un micro-short en medio de tu balcón, todavía podías sentir sus labios besándote. No, todavía nada era pasado.

Sentiste unos pasos pero no abriste tus ojos, por dentro rogaste que quien fuera se creyera que estabas dormida y se iría, tu mamá había respetado tu decisión de llorar en silencio y se había retirado de tu habitación. Te diste cuenta que aquella persona no se lo creyó porque el rechineo de la silla contra el cerámico del suelo la delato.

-Morci se que estás despierta-la voz dulce de Candela hizo que absorbieras tus lagrimas mientras abrías lentamente tus ojos-¡Ey Coure tenes que ser fuerte!
Por primera vez en dos días te acomodaste en la cama quedando sentada, tomaste el pañuelo que descansaba sobre la mesita de luz y comenzaste a jugar con el.

-No puedo Can, no puedo ser fuerte-y otra vez un llanto desgarrador te hacía flaquear.

En un abrir y cerrar de ojos, tu amiga estaba a tu lado abrazándote, dándote el apoyo que necesitabas (aunque sabía que no era mucho) y entre susurros te pedía que no pensaras en nada cuando de tus labios salían cosas como “no le guste para nada” “me entregue y me descubrió que no me amaba”

Estaban ambas metidas en tu dolor cuando un carraspeo llamo la atención, los dos pares de ojos marrones se posaron en el rubio que se encontraba en la puerta, era Agustín el mejor amigo de Lean.

-Hola-tu voz fue un fino susurro, el saludo del rubio fue de la misma forma.

-¿Necesitas algo?-pregunto Candela al ver que el rubio no decía ni hacia nada.

Agustín solamente asintió y con sus manos en los bolsillos se acerco a tu cama, tenía su mirada apagada y sus ojos hinchados, de golpe una opresión en el pecho se hizo patento asustándote por completo y como si fuera un instinto te llevaste una mano a ese lugar, con tu voz afligida le exigiste al rubio de cachetes grandes que te diera el motivo de su visita.

-Lean…

Lo que siguió después fue una pesadilla, “Lean falleció el sábado a la madrugada, no saben como tuvo un pico de presión y su cuerpo no lo resistió” fueron las palabras exactas del chico.

Con tu mano aferrada al corazón rompiste en llanto, querías levantarte de aquella cama y salir corriendo de aquel lugar pero tus piernas se encontraban atrapadas entre las sábanas poniéndote más histérica, no podías mantener tus ojos abiertos porque las lágrimas eran muchas y no la soportabas, de tu boca solo salía el nombre de Lean…

-¡Es mentira! ¡Es mentira! ¡Es una de esas bromas malditas que se le ocurren a él! ¡Es mentira!

Gritabas entre los gemidos, no podía ser verdad, te negabas a que fuera verdad, Hacia solamente dos días que él había estado junto a vos compartiendo la misma cama, el mismo sueño.

Agustín se mordió los labios para no dejar escapar su llanto, hacia dos días que lloraba a su mejor amigo, a su hermano de la vida pero era suficiente con ver sufrir a la mujer que mas amo Lean en su vida.

Candela tampoco lo soporto y lloro en silencio, lloro sintiendo el dolor de su hermana, intentaba abrazarte para contenerte pero vos no te dejabas, solamente querías que Pedro te abrazara y el escuchar a tu amiga decirte “Lean ya no esta...Lean ya no te puede abrazar” no te ayudaba en nada, hasta que finalmente dejaste que te rodeara con sus brazos flacos y así poder llorar en su pecho.

-No pue…No pued…No puede ser Cande…-repetías entre hipos que te agarraban…

Durante dos días habías odiado a Lean, habías maldecido a Pedro, habías despreciado a tu shanshito, habías jurado no perdonar a tu pelado, pero hacia dos días que tu amor no estaba entre ustedes y te sentiste fatal.

-Perdón…Perdón…-repetías mientras apretabas con todas tus fuerzas la medalla-Perdón…

En el transcurso de los días, vos solamente te dedicabas a llorar, dormías abrazada a una foto de él y te despertabas abrazada a ella.

Había días en los cuales despertabas y pensabas que era una broma y sabías que Lean iba a aparecer por la puerta con su típica sonrisa canchera y te iba a decir “Te crees todo…Sos mas tonta pero te amo mas que cualquiera…”.

A veces te venía a visitar Agustín y hablaban sin descanso durante horas recordando cosas vividas junto a él, cada tanto Candela se sumaba a las charlas, y entre lagrimas y risas te ibas quedando dormida pero nunca te olvidas de decir “Con él era feliz, ahora…Ahora como no esta no lo soy…Y eso…Eso me duele…”

Otras veces simplemente te quedabas sola en la habitación, pedías que nadie te molestara y te dedicabas a leer aquellas pequeñas cartas que te escribió.

“¡Te amoooo! ¡Te amoooo! No se que necesidad tenes de que te lo escriba en una carta, pero acá lo tenes, ¡te amo!” decía en una servilleta, te lo había escrito una vez que fueron a comer a McDonals y vos le habías insistido que te haga un cartelito o una cartita.

Una risita se escapo entre tus labios cuando encontraste algunas fotos, en una estabas vos con un lápiz de labio de color rojo y él dormido en su habitación, también se podía ver a su hermanita quien te había ayudado a pintarlo. En otra foto estabas vos con un puchero y con tu rostro completamente cubierto de crema y él a tu lado riéndose.

-Como te extraño…-susurraste cuando tus ojos se encontraron con la ultima foto que se habían tomado, había sido después de que habían hecho el amor, él estaba con su pecho desnudo y vos cubierta con una fina sábana, se podía ver tus piernas rodeando el cuerpo de Lean y sus labios unidos en un beso-Maldita sea, te extraño demasiado y no puedo seguir viviendo sin vos.

Los meses pasaron y te obligaron a continuar con tu vida, aunque te negabas te obligaron a hacerlo, cada mes tenías un tratamiento diferente y cada mes tu cuerpo se iba debilitando, ya no soportaba los tratamientos como antes.

-¡Pon un poco de voluntad por el amor de Dios!-te había gritado tu madre entre lágrimas una tarde donde el médico informo que las defensas no estaban sirviendo.

-Ely se que extrañar a Lean, se que te sentís vacía sin él pero no seas egoísta…Lucha por tu mamá, por tu papá…Por mi amiga…-Candela cada día se sentaba a tu lado y te dedicaba las mismas palabras.

Vos simplemente no respondías, hacia tiempo que ya no hablabas, que no dabas indicio de si algo te dolía o si algo te gustaba u molestara. Estabas muerta pero en vida.

Era un día de invierno, en la calle sabías que estaba lloviendo a torrentes, habías escuchado los comentarios de las enfermeras y vos te encontrabas sola, eran las seis de la mañana y todavía no había venido nadie a hacerte compañía.

Te encontrabas demasiado cansada, más que de costumbre, sentías que ya no tenías fuerza ni para mantener tus ojos abiertos, llevabas rato luchando por abrirlos pero no podías y una señal imposible de detectar te hizo entender que había llegado la hora.

 Cínicamente te pusiste feliz, por fin te había llegado la hora, por fin después de meses te encontrarías con él y serías feliz para siempre.

-Por fin nos vamos a encontrar amor mío…-susurraste cuando dejaste que tus parpados se cerraran llevándote en un sueño eterno.

Aquel día de invierno, a las tantas de la mañana el hospital despertó a tu madre con un llamado comunicándole la mala noticia, tú te habías ido, te habías ido para estar junto a tu amado porque así era la fuerza del destino, aunque uno luchara para cambiar las cosas todo estaba escrito.

Lean desde niño asimilo su enfermedad al igual que Eliana. Ambos llevaban vidas totalmente distintas, Lean se dedicaba a hacer felices quienes compartían lo mismo que él y disfrutaba de la vida como si fuera el ultimo día, Ely solamente se aferraba a las personas que estuvieron desde siempre con ella, no soportaría despedirse de alguien mas y llevaba su vida lo mas normal que podían.

Ambos eran pacientes del mismo hospital pero nunca se cruzaron hasta que un día el destino decidió cruzarlos, se enamoraron desde el primer momento, disfrutaron cada cosa que compartían, se entregaban en cada beso, en cada caricia que se daban pero los dos sabían que había fecha de caducación.

Día a día lucharon, juntos tomados de la mano, contra aquella fecha pero nada le gana al destino, el es mas fuerte que cualquiera pero siempre hay una recompensa. Tarde o temprano iban a volver a estar juntos, un amor verdadero no se separa tan fácilmente.

FIN


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